sábado, 30 de julio de 2011

Sobre Felipe

Felipe subió a varios trenes sin billete, viajó escondido en coches de línea y fue pasajero en automóviles de extraños donde unas veces le ofrecieron sexo y otras, consejo espiritual. No sabía muy bien a dónde iba pero siempre acababa en la misma estación, aquella que le resultaba tan familiar.

A lo largo de su periplo se alimentó de plátanos de Ecuador, Costa de Marfil, Martinica y Costa Rica. También conocido como banana o guineo, es un alimento propicio para el viaje, puesto que suele traer exóticas pegatinas de regalo.
Si algo sacó en claro Felipe del régimen bananero es que, a estas alturas, ya nadie resbala con una piel de plátano en mitad de la acera aunque, inevitablemente, acabe pisando una mierda de perro.

Durante todo este tiempo nunca dejó dejo de juguetear con los huesos de pollo, las tiras de salchichón y el musicassette del Señor Tomás (herencia de su abuelo y que era mejor que las de Marianico el Corto, por eso es la única cinta que guardó) que llevaba en el bolsillo. Un bolsillo que parecía menguar, al igual que el resto de su ropa.

Era a todas luces imposible que, escaso de víveres y haciendo siempre la colada en frío, la ropa de Felipe hubiera encogido. Pero, además de incomodo, era evidente. Felipe vivía en un constante desasosiego, el cuello de la camisa le ahogaba, no podía apenas agacharse para colocar sus trampas de piel de plátano y los pelos de las piernas asomaban, asemejándolo todavía más a Macario.

Después de mucho pensar, mucho lavar a mano y poco planchar, supo lo que había sucedido cuando se miró al espejo y vio que, donde antes estaba su cara, había algo igual de rosado pero mucho más peludo y con un ombligo en medio. Felipe había crecido.

domingo, 17 de julio de 2011

Sobre Julieta

Cuando Julieta conoció a Felipe, le ofreció un pasaje de tren a un lugar muy lejano y él correspondió con un canasto de mimbre lleno de embutidos, cintas de chistes y una gallina. Viajaron juntos durante mucho tiempo y en repetidas ocasiones. Cuando viajaban solos, uno de los dos esperaba la llegada del otro tarareando y fijándose en los pequeños detalles de las personas que pululaban por el andén.

Al cabo de los años empezaron a viajar menos juntos y a viajar más solos. Julieta siempre esperaba a Felipe pero éste solía llegar con retraso o, a veces, incluso ni aparecía. Al canasto se sumaron unas voluminosas maletas de cartón y unos macutos cargados de piedras. La gallina era tan vieja que no ponía huevos, las cintas de chistes ya no hacían gracia y los embutidos estaban un tanto rancios.

Al final, cada vez que Felipe viajaba, no llegaba a la hora o de partía sin aviso. Julieta se cansó de esperar y decidió abandonar la estación.

Un tiempo después Felipe bajó de un tren, no sabía muy bien donde se encontraba pero todo le resultaba familiar. No tenía billete para seguir el viaje y se rascó los bolsillos. Sacó unas cuerdas de salchichón, un cassette sin pilas y un hueso de pollo.

Sobre Stéphane

Nunca ha cambiado de botas ni tampoco ha parado aunque ahora se mueve, él solo, gracias a un motor eléctrico y un joystick. Corre, se pierde, explora, maniobra... La felicidad al alcance de todos los que puedan pagarla, porque desgraciadamente está considerada un lujo: el lujo de poder disfrutar de los vaivenes del pavimento irregular, vagar sin rumbo, utilizar el RER y darle a tu compañera un merecido descanso después de años subiendo cuestas y pisando pies.

Ada es la única que no tiene que doblarse para abrazarle. Ada le dibuja monstruos, Stéphane le dibuja monstruos a Ada. Ada es la niña de sus ojos, de sus tentáculos, de sus insectos, de sus desgarros.

Ada dibujó un conejo y un Diego, me veo un poco monstruo y estoy contento.

Sobre el modo de cazar cuervos

Haz polvos tres ó cuatro vomicas, y espolvorea con ellos varios pedacitos de carne, que pondrás en los lugares á donde acudan los cuervos: estos son muy amantes de la carne; y en el instante que tragan la que esta así compuesta,  caen como muertos de embriaguez; de la qual vuelven muy pronto, y se escaparian tardándose en cogerlos. Esta caza es segura, pero tiene el inconveniente de que si algún perro llega a comer  de la carne así aderezada, moriria infaliblemente ; porque la nuez vomica que solo embriaga a los cuervos, es un veneno para los perros, que pueden curar haciéndoles tragar vinagre. 

SECRETOS RAROS DE ARTES Y OFICIOS obra útil a toda clase de personas. Tomo 1
Madrid, Imprenta  de Villalpando, 1806

 (Gracias Judy por este manual de vida)

domingo, 10 de julio de 2011

Sobre Carlos

Cuando me dijo con sorna "Y ahora qué... ¿vas a escribir sobre mí?" me dio la idea de hacerlo. Como él es escritor y yo no paso de juntaletras no pretendo impresionarle, me conformo con colmarle de vergüenza ajena.
Recientemente celebramos su "cuarentayochoavo" cumpleaños tres veces en un intervalo de veinticuatro horas, sus regalos fueron una botella de champán español y una peluca de los chinos que, chistosamente, imitaba su tocado.
Carlos no tiene hijos pero para los brutos como yo que se han cruzado en su camino es un poco padre. La herencia que me deja, por ahora, no es poca: dos libros, una biografía, un coche americano (espero) que guarda en una nave y un título, el de Primer Aragonés. No sé todavía si es un privilegio o una mera clasificación antropológica de mi rusticidad. En todo caso, para alguien de mi calaña, de baja cuna y cuello ancho, ya es algo.

sábado, 9 de julio de 2011

Sobre mis hijos

Cualquier padre diría que sus hijos son los mejores, los más guapos y los más listos. En este caso es verdad, objetivamente cierto, son guapos como su madre, listos como ella y tan buenos como su mamá. Esperemos que no acaben calvos, gordos y manipuladores como su padre.
A lo largo de mi carrera paternal he visto niños que se parecían al psicópata de su padre, a la maniática de su madre o a una mezcla informe de ambos progenitores. En mi caso están bendecidos por el don de la hermosura que no se riñe con la singularidad de las facciones. Me hacen recordar que una vez fui agraciado, aunque en algún momento la cosa se torció y la mayonesa de genes se cortó.
Las mujeres no lo saben pero, allí donde me ven, puedo darles los mejores hijos del colegio. Dotados para el dibujo, los idiomas, y socialmente, resultones. No puedo garantizarlos hasta la adolescencia, en ese momento le pueden salir góticos o ingenieros.
En estos momentos tienen 7 y 5 años y, como toda buena pareja de solteronas, no paran de discutir y refunfuñar pero no podrían vivir el uno sin el otro. Ojalá siguieran siempre así, no se casaran y estuvieran siempre juntos, ayudándome a recoger cartones cuando el papel impreso ya no de para vivir.